¿Por qué solemos elegir las respuestas o los hábitos ya conocidos? Porque en un alto porcentaje (variable en cada persona), tendemos a mantener el statu quo tanto en lo biológico como en lo psíquico.
Tratamos que las cosas sigan el curso que ya conocemos. Ese trayecto conocido nos da la sensación de seguridad, combustible importantísimo para nuestra autoestima, pero hay una trampa en todo esto: la seguridad de repetirnos si se extiende en el tiempo va minando nuestra autoconfianza. Es una paradoja y todo esto ocurre casi sin darnos cuenta, una alerta es cuando un colaborador viene con una propuesta que nos invita a salir de ese camino y la rechazamos de plano.
En otras palabras, de lo que hablamos es de lo que se conoce como “zona de confort”, pero quise buscar otro término para referirme al tema, en parte porque está trillado y en otra porque no termina de quedar claro el porqué del confort: que no es otra cosa que la seguridad.
Confort no significa que la estamos pasando bien, denota una seguridad que muchas veces nos cuesta cara. Ya que aun cuando la situación que estemos viviendo no sea placentera, el hecho de ser conocida (para nosotros) nos hace sentir a salvo ¿Y si estamos a resguardo porque deberíamos salir de una madriguera segura? ¿Por qué nos expondríamos a una situación que nos genera inseguridad, temor?
Porque es casi la única manera que tenemos de crecer, de superarnos. Tampoco se trata de tirarnos a una pileta vacía, ni de arrojarnos al vacío. Sino que tomar riesgos, los que se puedan, las variaciones del camino que cada uno pueda sostener.
Aunque la transición pueda resultar turbulenta en un principio, es en esos movimientos donde suelen producirse los cambios más genuinos, es la famosa frase ¡Cómo no me di cuenta antes! o ¡Por qué no lo hice así de entrada! Porque no nos habremos animado, o no se pudo. Pero sepamos que es ése uno de los actos en los que se cultiva la autoconfianza, o la autoestima. Porque tuvimos el valor de salir de la madriguera.